El reciente número de la revista Foreign Policy
incluye un interesante artículo sobre la
nueva política de energías verdes que planea implementar el Pentágono.
No es sólo por una cuestión de gastos (aunque, admitámoslo, es la gran
razón detrás de esta iniciativa), sino también porque se busca minimizar
el impacto en el ambiente (y de paso, ganar un poco de simpatías). El Departamento
de Defensa, punta de lanza de muchas innovaciones tecnológicas
-entre ellas, el surgimiento de Internet- ahora vuelca sus esfuerzos
hacia la sustentabilidad energética.
Para muestra, un botón. La
campaña de ocho años en Afganistán ha demostrado cuán
grande puede ser el desperdicio energético. En un territorio en el que
el rayo del sol pega más de 300 días al año, prácticamente no hay
paneles solares. Los Humvees,
el vehículo predilecto de la milicia de EE.UU en su incursión por
tierras afganas, avanza poco menos de 13 kilómetros por galón. Es decir,
¡un Humvee avanza poco menos de tres kilómetros por cada litro! Para
colmo, 89% de la electricidad que se produce en la base
militar es desperdiciada. El resultado: por cada soldado, se queman
casi 100 litros de diesel al día, lo que cuesta cerca de cien mil
dólares al año por persona.
Ante
este escenario, el Departamento de Defensa apuesta por
el desarrollo de nuevas fuentes de energía. El contexto actual así lo
demanda: por una parte, se encuentran los peligros del cambio climático,
pero también los riesgos implicados en confiar el abastecimiento de
petróleo en regímenes inestables. La duda, sin embargo, es si esta nueva
política hacia las energías renovables (muy acorde con la política de
Obama) es una directriz verdadera, o sólo un alarde para calmar a la
opinión pública.
El plan es ambicioso: desarrollar una Flota
Verde (Green Fleet) para 2016, y reducir
la mitad del uso de petróleo para 2020. Sin embargo, el gran
inconveniente para la investigación en estas fuentes de energía se
encuentra en el alto riesgo logístico que podría conllevar este cambio
de abastecimiento. Después de todo, de poco importa bajar el consumo si
al Ejército de EE.UU le causa más dolores de cabeza.
Pero
dejemos al costado la política. Si el involucramiento del Pentágono
en la búsqueda de energías verdes resulta cierto, estamos ante un
panorama positivo. Gran parte de la industria de investigación y
desarrollo de Estados Unidos se mueve gracias a la
milicia. Al final, el problema es un balance entre impacto ambiental y
ganancia estratégica. Sólo el tiempo dirá si la apuesta es real, o sólo
se trata de un bluff que se quedará en el plano de las meras
buenas intenciones.
Via | Green energy