Los cibercafés taiwaneses han incorporado duchas, lavado de ropa y
camas para sus clientes, con lo que permiten que éstos pasen largas
temporadas jugando en Internet.
“Existe un gran mercado para los juegos en línea y la gente comenzó a
pensar en ofrecer todo tipo de servicios para mantener a los clientes
en el local”, subraya Murphy Wang, uno de los pioneros del los
cibercafés en Taipei. En la isla, más de la mitad de los estudiantes han
visitado este tipo de establecimientos y el número de clientes
habituales supera los 400.000, según datos de la municipalidad de
Taipei.
Aunque la adicción a los juegos en línea aumenta día a día, el
número de clientes de los cibercafés no lo hace al mismo ritmo, “porque
casi todo el mundo tiene conexión de banda ancha en casa”, apunta Lin.
ADICCIÓN A INTERNET
“La mayoría de mis
compañeros van una vez por semana, pero algunos lo hacen diariamente
porque sus padres no les permiten jugar en casa”, explica Chang Li-rong,
del Colegio Lanya de Taipei.
A los educadores isleños les preocupa la adicción a los juegos en
línea y un estudio de 2009, llevado a cabo en Taiwán, señala que el 25
por ciento de los niños y el 13 por ciento de las niñas son adictos a
Internet.
Sin embargo, los usuarios no tienen la misma impresión y consideran
que los juegos en línea les ofrecen una oportunidad de relajarse y de
enfrentarse a la fuerte presión escolar o laboral. “Yo no siento ninguna
agresividad por jugar en la red, al revés, me relajo y luego puedo
estudiar con más fuerza”, argumenta un estudiante de secundaria de
Taipei apellidado Kao.
LEJOS DE CASA
Algunos jóvenes desempleados han
encontrado en los cibercafés una “residencia más barata que una
pensión”, señala Antonio Huang, de Kaohsiung. “[Los cibercafés] están
abiertos 24 horas al día, tienen todo lo que necesitas y te puedes
olvidar de tus penas” y agrega que vive “por menos de 20 euros diarios y
me divierto a tope”.
No todos muestran entusiasmo por la modalidad de cibercafés con
duchas y camas, porque temen que perpetúen la situación de desempleo y
de marginación de sus familiares.
“Ya no vemos a mi hermano, se pasa el día jugando en Internet y no
sabemos qué hacer para ayudarle a que normalice su vida”, sentencia una
joven en uno de los cibercafés de Taipei al que acudió con la intención
de llevarse a su hermano a casa.
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